Quise desconectarme de todo, desenchufarme y lo hice. Respire aires nuevos, y ya no Buenos Aires… Josefina era una compañera de la secundaria y con quien también estudie magisterio y compartimos un fuerte lazo de amistad que siempre nos mantuvo unidas aun en la distancia, ya sea por cartas, teléfono o más reciente con el fabuloso Internet. Después de recibirnos ella se fue a vivir a Tierra del Fuego con quién era su marido y como dije nuestra estrecha relación continuo. Hace unos años se separo del “narigón” así le dice Luis, y vive sola con su hija Clara de 15 años.
Cuando la vecina de mi hermana, una señora muy simpática que siempre se cruzaba a charlar con Fátima, y que en una oportunidad le había pasado mi numero de celular por cualquier cosa…me llamo al móvil, con la voz grave, pausada, escuche un lo siento, seguido del relato, que había golpeado la puerta y nadie atendía pero que la luz de la cocina estaba prendida, lo que se significaba que tenia que estar. Se fijo en el cerillo de la cerradura y estaba la llave por dentro y la puerta sin cerrojo, entro a la casa, diciendo su nombre, llego hasta al galpón en la parte de atrás al fondo de la casa y estaba colgada, sostenida por una estéril soga amarrada a su cuello que subía hasta un tirante del techo en el cual se aferraba macabramente gracias al viril nudo y el peso del cuerpo. Me dijo que salio corriendo a pedir ayuda, auxilio y que con un señor de la cuadra la bajaron, llamaron a la ambulancia de inmediato y se la llevaron. Ya lo sabía pero no se animo a decirme la verdad, ni siquiera por teléfono. Cuando llegue al hospital, me dijeron que había fallecido y que el cuerpo se encontraba en la morgue a la espera de los exámenes necesarios para verificar la causa de la muerte o como le dicen los médicos del óbito. Me quede sentada en un banco a lo largo de un amplio pasillo, sin entender nada, a la espera de una reacción, de un estimulo que me sacuda y me empuje de nuevo a la realidad.
Empecé por avisarle a mi hermano…la difícil tarea de llamarlo para comunicarle el trágico imprevisto y ahora era yo quién tenia un nudo en la garganta. Garganta con arena. También llame a Luis que enseguida vino a acompañarme y por ultimo a mis hijos. Carlos se tomo el primer vuelo para Argentina, pero dejo a la familia allá, la señora tenia obligaciones y con los chicos cuesta organizarse en estos casos y más cuando es de sorpresa. La verdad es que no soy partidaria de llevar a los niños a velorios, y no es que no les quiera hacer afrontar vida de la cual forma parte indudablemente la muerte, sino que me parece un ambiente triste, melancólico y ultra aburrido. Es muy posible que alguno o varios lloren lastimosamente y ni pensarlo el “¿POR QUÉ?, ¿POR QUÉ?” es raro no escucharlo en este tipo encuentros, como también los que se aferran al cajón cuando lo van a cerrar, si es que ya no lo esta, en todo caso se aferraran cuando intenten llevarlo al coche fúnebre para después ir a presenciar el entierro donde sí reina en esencia un silencio sepulcral.
Como ella nunca dijo que hacer cuando muriera, la decisión la teníamos nosotros, los hermanos. De mi parte preferí que no hiciéramos el velorio y que fuera directamente enterrada, auque si se tratara exclusivamente de mi, apoyo la cremación y tirar las cenizas al mar, así lo quiero yo. No tienes que pagar por una parcela de tierra ni andar visitando la tumba y llevando flores. Pero mi hermano cuasi gallego es muy creyente, demasiado para mi gusto y no esta de acuerdo con la cremación por motivo de la “otra vida”, pero si lo convencimos con Luis de no hacer velorio. Por lo que el cuerpo quedo en deposito hasta el otro día a la mañana que se realizo el descenso a la tumba. Momento de profundo dolor para todos los que estábamos ahí.
Durante la noche no dormí nada, mi intención de no hacer velorio paradójicamente se trataba de que pudiéramos descansar para no estar desvelados toda la madrugada, yo no lo conseguí. Carlos después de las 12,30 horas de vuelo arribo a las 7 AM y 8 – 15 estaba en casa. El entierro era a las 9:00, mi hija Camila ya había venido, tuvo que hacer una pausa a sus estudios y Nacho había estado conmigo durante la noche, se quería quedar a acompañarme pero le insistí en que se vaya dormir y quedamos que al otro día nos veíamos en el entierro. Por lo cual fuimos en el auto, Luis, Camila, Carlos y yo. Mis amigas que la conocían ha Fátima, ya me habían llamado y me preguntaron si quería que vinieran o si necesitaba algo, les dije que no, que gracias y quedamos en vernos en el entierro. Ellas saben y además pensamos bastante igual en que en estas situaciones preferís estar a solas y no rodeado de personas que más allá de que quieran expresar su afecto a vos, estando en los buenos y malos momentos, uno esta en duelo interno y no apto para recibir condolencias, abrazos y mas llantos. Un duelo por cierto lógico, pero que debe ser ocasional, porque tu vida sigue, a no ser que quieras vivir muerto en vida.
Continuara…